sábado, 15 de octubre de 2011

Capítulo 6. A soñar, se ha dicho.

Amanda me dejó sola. Hice esfuerzos por no quedarme dormida, pero poco a poco se me iban cerrando los ojos y entré en un profundo sueño. Soñé que estábamos Amanda, Jorge y yo. Los tres, juntos como siempre. En el banco que solíamos ocupar cuando salíamos del instituto y nos dedicábamos a hablar de cómo nos había ido el día. De cómo nuestros profesores superaban las estupideces, de lo que nos reíamos en clase, de si íbamos o no a suspender ese examen de matemáticas tan horrible que nos había puesto nuestro profesor sin avisar.
Me desperté, asustada, pero alguien me dijo que me volviese a dormir, que había tenido un accidente muy fuerte  y necesitaba descansar.
Volvía a soñar. Esta vez era algo raro. Estaba yo en París, sola, y eran las 8 de la mañana. Me encontraba en un hotel, en el centro de la ciudad, que suelen llamar, del amor. ¿Para qué quería estar yo sola en la Paris? Si es del amor, como dicen, la gente no va sola. Estaba tumbada en la cama, como si me acabase de levantar, y me vi guapísima. Era una imagen que se podría utilizar de portada de una revista perfectamente. Yo, recién levantada, con un balcón en la habitación el cuál reflejaba a lo lejos la Torre Eiffel , y en una mesa un montón de folios escritos, como si me hubiera pasado la noche escribiendo.
Siempre, desde pequeña, había querido ir a París a escribir un libro, pero en este caso yo era mucho más mayor, tenía , por lo menos, 19 años. Y ESTABA EN PARÍS.
Llamaron a la puerta y rascándome la cabeza fui a abrirla. Un señor con un ramo de flores me pidió que firmase aquel envío, y yo parecía saber de quién venía ese regalo.
En la tarjeta decía algo así: El otro día me preguntaste cómo era mi vida sin ti, y ya he conseguido saber como es mi vida sin ti. Ya no se puede llamar vida, porque he estado regalándotela poco a poco, y ahora que ya no estás, te la has llevado.

Volví a despertar. El olor a hospital me estaba dejando sin respiración y entonces me di cuenta de que había soñado lo que realmente quería hacer con mi vida. Jorge ya no estaba, había muerto. Y yo, supongo, que estoy descrita en el mensaje de esa tarjeta de mi sueño.
No había nadie en mi habitación y el sillón feo sacado de la época de la revolución francesa, seguía ahí.  Me jodía de una manera la muerte de Jorge, que yo pensé que esto iba a acabar conmigo.
Cerré los ojos e imaginé que nada de esto había pasado. Que yo estaba en casa y que tenía que obligar a Ariadna a dejar de ver 'Dora la exploradora' porque llegábamos tarde a la heladería.
Los abrí. Jorge estaba sentado en el sofá, sonriendo, como siempre. Me asusté, siempre me han dado miedo los fantasmas.
- Joder rubita, qué susto me has dado. - Me dijo acercándose.
- Qué haces? Dios, lo estoy soñando todo. Tú estás muerto, venga, va, NO TE ACERQUES. Joder, ni rubita ni leches. Despierta, Lucía, despierta.
- Qué dices? - Dijo Jorge riéndose. Cada vez se acercaba más, e intentó acariciarme.
- NO ME TOQUES, Pero Jorge, si tu estás muerto. Me lo dijo Amanda.
- Joder, me muero y ni me avisan. En serio? Estoy muerto de verdad? Y yo por qué no me he enterado?
- A qué vienes?
- Cómo que a qué vengo? Estás tonta? A ver cómo estas.
- No tienes que seguir la luz esa que dicen que está al final del tunel? LLEGAS TARDE, CORRE, VETE.
- Lucía, deliras?
- Tú sí que vas a delirar de la bofetada que te voy a dar!
- Chéeeeeee, tranqui tronqui.
Apareció una enfermera, estaba asustada porque había oído voces. Me acojoné. Pensé que no se iba a creer que estaba hablando con un fantasma.
- Eh... hola. - Dije intentando que mi voz no temblase. - No hablaba con nadie, es que he tenido una pesadilla.
- ¿No hablabas con él?
- Con quién? Si aquí no hay nadie, solo estoy yo. - Intenté hacerla creer que no hablaba con fantasmas. Se hubiera asustado.
- Lucía, Jorge está aquí contigo, y has estado hablando con él. - Entonces, me acojoné aún más, porque la señorita enfermera que me había puesto la vía mal, también veía espíritus. - ¿Hace mucho que se ha despertado? - Dijo refiriéndose a Jorge.
- Ná... Unos minutos, pero se ha convencido de que yo estaba muerto. Ya le gustaría a ella. - Dijo entre risas.
- Pero.. a mí, Amanda, me dijo que te habías muerto. Y mi madre también. - Dije convenciéndome a mí misma.
- No jodas? A ver Lucía, te atropelló un coche. Llamamos a la ambulancia y tienes alguna lesión. Nada más. Estás bien, pero claro, deliras. Lo mismo se te ha pillado un nervio de la cabeza y te has quedado tonta.
<Otro con la misma broma> Pensé.
- Joder, que no. Que me lo dijeron. Te lo juro.
- No te lo han podido decir porque  has estado todo el tiempo dormida. Lo habrás soñado , tía.
- Maybe.
- Eh, rubia, a mi 'in ingliz' no , que ya sabes que suspendo siempre.
- Y Amanda dónde está?
- Se ha ido a comprar algo de comer, que llevaba aquí todo el día. Lo que pasa es que, ¡cómo come la jodida niña! Se ha ido a  comer a un restaurante con tus padres a mediodía, yo también, y ahora, sigue teniendo hambre. A las 5 de la tarde, con lo que llenaba el cordero...
- O sea, yo aquí, soñando que estoy en París, con la cabeza abierta, e intentando pensar que tú no has muerto, y os vais a comer cordero!
Se rió. Le haría gracia mi situación. La verdad es que muy seria no era. Pero me tranquilizaba saber que Jorge estaba vivo, y que había estado pendiente de mí.

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